Dos verdades y una mentira sobre cuidar a los que han sufrido abusos

Tim St. John | 2022


¿Qué le viene a la mente cuando oye el término ” abusos”? Tal vez imagine escenas de crímenes, violencia física o tortura. Tal vez sólo la aparición de esta palabra hace que su radar se encienda porque parece estar tan sobre utilizada y poco definida. Mi esperanza con este blog es traer claridad bíblica a la naturaleza del abuso para que las iglesias puedan tomar medidas para prevenir mejor el abuso y cuidar a los que han sido abusados. Aquí hay dos verdades y una mentira para considerar mientras pensamos cuidadosamente sobre este tema.

Verdad: El maltrato busca un reino egocéntrico

En el centro del abuso está buscar primero el reino del abusador. En este reino, el patrón de egoísmo impenitente se ha normalizado tanto que los pensamientos de la víctima sobre sí misma, las relaciones, las situaciones e incluso sus pensamientos sobre Dios pueden empezar a girar en torno al abusador como la luz que guía, la fuente de la verdad y el centro de todo.

Hay muchas definiciones útiles de abuso, pero nuestra iglesia ha llegado a definir el abuso de esta manera:

Un patrón impenitente de tácticas punitivas y degradantes utilizadas para establecer y mantener un reino egocéntrico donde el poder se enseñorea sobre otra persona y donde la víctima se siente regularmente sucia, expuesta, rechazada, indefensa y dependiente de su abusador.

Hay mucho en esa definición, pero quiero centrarme en la frase: “reino egocéntrico”. Las Escrituras arrojan luz sobre la oscuridad del abuso al describir dos reinos que podemos buscar en esta vida: el reino de Dios o nuestro propio reino egocéntrico (2 Tim. 3:2, Fil. 2:3, Mat. 6:33). Un “reino egocéntrico” es aquel en el que yo escribo la ley del país basándome en lo que siento, deseo y adoro. En cualquier reino, el gobernante tiene el poder de determinar la ley y, en última instancia, definir lo que es normal para la cultura del país. Pero particularmente en una relación abusiva, la falta de arrepentimiento del abusador crea un patrón que le dice a todos los que viven bajo ese gobierno que esto es normal.

El ejemplo de los fariseos en las Escrituras ilustra el mal uso del poder y el establecimiento de reinos egocéntricos. En Mateo 23:4, Jesús condena a los fariseos por sobrecargar a la gente con pesadas cargas mientras no mueven un dedo para ayudar. Descuidaron la justicia, la misericordia y la fidelidad, y en su lugar impusieron sus propias tradiciones hechas por el hombre (Mateo 23:23). Describiendo el poder de los fariseos,

Philip Schaff afirma: “Ellos tenían la mayor influencia con el pueblo y las mujeres, y controlaban el culto público.” Los fariseos decían: “Sígannos, este es el único camino a Dios”, y la gente los seguía.

Esclavizaron a sus seguidores a un sistema de obras que los exaltaba a ellos mismos, ocultaba la gracia de Dios y sólo servía para promover su propio reino egocéntrico. Por eso Jesús dice en Mateo 23:13: “Pero ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque cerráis el reino de los cielos en las caras de la gente. Porque ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren entrar”.

Verdad: Los abusados necesitan ayuda para buscar el Reino de Cristo

¿Te imaginas lo desorientador que puede ser esto para alguien? Imagínate crecer en un hogar donde todo lo que hacías nunca era suficientemente bueno y merecía castigo y la ley siempre estaba cambiando. Aquí hay algunas luchas comunes que vemos en el ministerio de consejería de nuestra iglesia de aquellos que viven en esta situación:

– Miedo al hombre: Regularmente sientes la necesidad de estar hiper-consciente de los pensamientos, deseos y opiniones de otros para evitar el castigo.

– Ansiedad: Te preocupas por lo que va a pasar, lo que puedes hacer, adónde puedes ir, lo que debes decir y lo que hiciste mal.

– Ira: Estás enfadado contigo mismo, con Dios o con los demás porque todo lo que haces siempre está mal y nunca es suficiente.

– Desesperanza: Empiezas a pensar que esto nunca cambiará y debes aceptar la realidad de que eres un fracaso sin remedio.

A menudo, cuando inicialmente nos sentamos con una víctima y hacemos un inventario de abuso para obtener una imagen de cómo han sufrido, no suelen verlo como un inventario de su sufrimiento, sino como un registro de su pecado. Cuando discutimos esos momentos dolorosos, las víctimas a menudo experimentarán culpa al recordar cómo fallaron, decepcionaron o rompieron la ley de un padre, cónyuge u otra relación íntima. Puede que hayan soportado un gran sufrimiento y, sin embargo, nunca lo hayan considerado sufrimiento. Más bien, lo ven como lo que se merecían por haber quebrantado la “ley”.

Entonces, ¿cómo podemos, como cuidadores y consejeros, ayudar a reorientar a alguien en esta situación hacia el reino de Cristo? Una idea práctica es crear conciencia del sufrimiento. Si observas cambios negativos en un amigo, empieza por hacerle algunas preguntas como:

– “¿Con qué frecuencia siente que está decepcionando a este individuo?”.

– “¿Cómo expresa su decepción?”.

– “¿Con qué frecuencia siente miedo, ansiedad, vergüenza o culpa en esta relación?”.

– “¿Qué características de 1 Corintios 13:4-7 describen más su relación?”.

Puede que estas preguntas no indiquen que se está produciendo un abuso, pero pueden ayudar a revelar de quién es el reino que se persigue en la relación.

Otra idea práctica es responder al sufrimiento como Cristo. Aunque tu amigo esté acostumbrado a que se minimice su sufrimiento -o a que se le culpe de él-, podemos aportar la claridad de las Escrituras para 1.) decir la verdad sobre cómo se ha pecado contra él, 2.) lamentarnos con él en medio de su sufrimiento, 3.) tomar medidas prácticas para procurar su seguridad[2], y 4.) meditar juntos sobre el amor de Cristo en el Evangelio.

Cuanto más demostremos (a quienes han sufrido abuso) cómo ve Cristo el sufrimiento y les ayudemos a meditar sobre su forma de amar, más preparados estarán para conocer a Cristo y buscar su reino. Sin embargo, debemos recordar que hay que proceder con cautela. A medida que comienzan a dar pasos hacia el reino de Cristo y lejos del reino de un abusador, es probable que se produzca una escalada en el abuso. Anticipa esto tomando el tiempo para considerar cómo ustedes como iglesia pueden prepararse para protegerles de antemano.

Mentira: la Iglesia no puede ayudar

En muchas partes del mundo, no hay servicios de emergencia ni refugios para mujeres que atiendan a las víctimas y, a menudo, la Iglesia es la única entidad con capacidad para prestar ayuda. Una forma de ayudar es responsabilizarnos unos a otros de cómo utilizamos nuestra autoridad e influencia en la vida de los demás. Una herramienta sencilla de rendición de cuentas que recomendamos utilizar es un “Inventario de ventajas”, en el que las parejas que rinden cuentas se ayudan mutuamente a considerar las ventajas que tienen dentro de una relación. Empiecen preguntándose unos a otros: “¿Qué ventajas tienes en tus relaciones cercanas?”. Por ejemplo, si considero mi relación con mi esposa, soy físicamente más alto, más fuerte y más rápido que ella. Soy la principal fuente de ingresos de nuestra familia. Tengo más formación teológica y capacidad para elaborar argumentos teológicos. También soy pastor en su iglesia, lo que significa que tengo una influencia especial sobre sus amigos más cercanos y su comunidad.

Una vez que conozcas tus ventajas, pregúntate: “¿Cómo puedo utilizar esas ventajas para servir?”.

Si mi objetivo es salirme con la mía en cualquier situación, tengo varias ventajas que puedo utilizar. Pero Cristo usó todo su poder no para ser servido, sino para servir (Marcos 10:45). Por cada ventaja que tengo, necesito tener un plan sobre cómo usarlas para servir a mi esposa. Necesito hablar de ello con mis compañeros de rendición de cuentas y con ella. Esto es vital para todos nosotros si queremos imitar a Cristo, que se hizo nada a sí mismo para servirnos y buscar nuestro mayor bien (Fil. 2:3-8).

Tómate un momento y piensa en tus relaciones más cercanas y pregúntate: “¿Qué reino buscamos juntos con más frecuencia?”. Luego pregúntate: “¿Cómo puedo servir con amor para ayudar a conducirnos hacia Cristo?”. Queremos que esa sea la forma principal de relacionarnos con todos, con los más cercanos y, especialmente, con los que están bajo nuestra autoridad. Cuando este servicio semejante al de Cristo defina la cultura de una iglesia, no sólo se liberará a las víctimas de los reinos opresivos del yo y se las reorientará hacia el verdadero Reino de Cristo, sino que iglesias enteras crecerán para mostrar la gloria de Cristo a medida que se pone de manifiesto su amor.

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[1] Schaff, Historia de la Iglesia cristiana, §9.1.

[2] Una forma práctica de hacerlo es redactar con ellos un plan de seguridad personalizado.

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Tim St. John (MDiv, ThM) sirve como el pastor de consejería en Lighthouse Community Church en Torrance, CA. Escribe regularmente para la Biblical Counseling Coalition y forma parte del consejo editorial de Sola Network. La pasión de Tim es ver que la gracia de la consejería centrada en el evangelio crezca y prospere en las iglesias locales.

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