¿Cuándo se producirá el cambio?

Dr. Jim Newheiser | 29 de julio de 2020


 

Durante los últimos veinte años de trabajo en un ministerio de consejería bíblica en la iglesia, en el que he tratado de poner en práctica estos principios para el cambio, he observado tres resultados generales. Algunos aconsejados se transforman rápida y radicalmente. He visto casos en los que un marido y su mujer, que ya estaban separados y avanzaban hacia el divorcio, en una sesión llegaron a un arrepentimiento desconsolado al confesar cada uno su propio pecado (Mateo 7:1-5) y conceder el perdón al otro, a la luz del perdón que hemos recibido en el Evangelio (Efesios 4:32; Mateo 18:21-35). También he visto muchos casos en los que los aconsejados se fueron tristes y sin cambios, como el joven rico (Marcos 10:17-22). También hay casos en los que el cambio se produce gradualmente, a un ritmo casi glacial. Intentamos dar el mismo consejo bíblico, centrado en el Evangelio, a todos los que vienen, pero los resultados varían mucho. ¿A qué se debe esto?

Las Escrituras enseñan que Dios soberanamente escoge obrar en las vidas de su pueblo de diferentes maneras, en diferentes tiempos y a diferentes velocidades. El reavivamiento personal es como el reavivamiento corporativo en que no podemos hacer que suceda por nosotros mismos. Dependemos completamente de Dios.

Aunque no podemos cambiarnos a nosotros mismos sin la misericordia y la ayuda soberanas de Dios, es bueno que apliquemos los medios que Dios utiliza para producir el cambio en nuestras vidas.

La Iglesia. La iglesia local es fundamental para la obra de Dios en esta época (1 Timoteo 3:15), incluida su obra de cambiar a su pueblo para que sea más santo y semejante a Cristo. Podemos esperar que el Señor actúe en nuestras vidas cuando asistimos con entusiasmo al culto, participamos de las ordenanzas, escuchamos la proclamación fiel de la Biblia y participamos en la vida del cuerpo de Cristo.

La Escritura.

Debemos mirar continuamente a la Palabra de Dios para que nos señale tanto el evangelio que transforma la vida como los mandamientos y principios de la sabiduría. “La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que una espada de dos filos” (Hebreos 4:12). Jesús dice que cuando permanezcamos en su Palabra, seremos fecundos (Juan 15:7). El salmista suplica a Dios: “Mi alma se adhiere al polvo; vivifícame según tu palabra” (Salmo 119:25).

Oración.

También debemos orar continuamente para que Dios nos reanime a nosotros y a aquellos a quienes intentamos ayudar o aconsejar. En el Salmo 119, el salmista suplica repetidamente a Dios por su reanimación personal: “Aparta mis ojos de mirar la vanidad, y reanímame en tus caminos… He aquí, yo anhelo tus preceptos; reanímame por tu justicia… Reanímame según tu misericordia; reanímame, Señor, según tus ordenanzas” (Salmo 119:37, 40, 88, 149). Jesús ofrece: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Mateo 7:7). Dado el contexto de la promesa de Jesús en el Sermón de la Montaña, creo que no deberíamos pedir riquezas y placeres terrenales, sino que Dios nos cambie para que nuestras vidas reflejen lo que Jesús estaba enseñando. ¿Oras por la pobreza de espíritu, la mansedumbre, la misericordia y la pureza? ¿Pides un corazón libre de ira, lujuria y engaño; una religión que no esté contaminada por la hipocresía; y una vida libre de ansiedad porque estás consagrado al reino de Dios? Dios se complace en responder a tales oraciones.

Las pruebas.

Dios a menudo trae circunstancias a nuestras vidas que producen cambios que no podrían haber llegado de otra manera. El salmista reconoce: “Antes de ser afligido me descarriaba, pero ahora guardo tu palabra… Bueno me es haber sido afligido, para que aprenda tus estatutos” (Salmo 119:67, 71). Santiago también enseña que Dios utiliza las pruebas para llevarnos a la madurez, es decir, para cambiarnos para bien: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os enfrentéis a diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce perseverancia. Y que la perseverancia tenga su resultado perfecto, para que seáis perfectos y completos, sin que os falte nada” (St 1,2-4).

Consejo y amonestación.

A veces, como el rey David, necesitamos que venga un Natán y nos amoneste para que finalmente nos volvamos del pecado al Señor (2 Samuel 12). Debemos agradecer a Dios por aquellos que amorosamente nos amonestan y nos señalan a Cristo. “Y en cuanto a vosotros, hermanos míos, yo mismo estoy convencido de que vosotros mismos estáis llenos de bondad, llenos de todo conocimiento y capaces también de amonestaros unos a otros” (Romanos 15:14). “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre; cada uno mirando por sí mismo, para que tampoco vosotros caigáis en tentación. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo” (Gálatas 6:1-2). “El camino del necio es recto a sus propios ojos, pero sabio es el que escucha el consejo” (Proverbios 12:15).

En última instancia, el cambio es obra de Dios. Aunque somos responsables de usar los medios bíblicos para buscar la santidad, dependemos completamente de la obra soberana del Espíritu Santo para que nos dé éxito en su tiempo perfecto.

 

Extraído con permiso del editor del minilibro de Jim Newheiser, ¡Ayuda! Quiero cambiar.

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